Hoy voy a hablar de una licencia literaria, que bien usada, enriquece el texto: La paradoja literaria. El concepto de “paradoja” proviene de la filosofía clásica pero responde a una forma de captar la realidad que también ha sido utilizada en literatura y en arte – Escher creó la imagen con la mano que se dibuja a sí misma, o la escalera en que subir es no subir.
Como ejemplo de paradoja y pequeña contribución a la fiesta de conmemoración del doble centenario del 2 de mayo de 1808, apunto el siguiente texto, en el que Benito Pérez Galdós, en el capitulo XXX de “el 19 de marzo y el 2 de mayo” de su obra “Episodios Nacionales”, narra en primera persona su propio fusilamiento. Esto aparte de ser una paradoja ilustrativa, resalta por su maravillosa descripción, rica en matices y llena de poéticas sensaciones. Nunca había leído una descripción como la que sigue, sobre el momento de la muerte de uno mismo. Pero juzgar vosotros:
“Y al ver esto sentí un estruendo horroroso, después un zumbido dentro de la cabeza y un hervidero en todo el cuerpo; después un calor intenso, seguido de penetrante frío; después una sensación inexplicable, como si algo rozara por toda mi epidermis; después un vapor dentro del pecho, que subía invadiendo mi cabeza; después una debilidad incomprensible que me hacía el efecto de quedarme sin piernas; después una palpitación vivísima en el corazón; después un súbito detenimiento en el latido de esta víscera; después la pérdida de toda sensación en el cuerpo, y en el busto, y en el cuello, y en la boca; después la inconsciencia de tener cabeza, la absoluta reconcentración de todo yo en mi pensamiento; después unas como ondulaciones concéntricas en mi cerebro, parecidas a las que forma una piedra cayendo al mar; después un chisporroteo colosal que difundía por espacios mayores que cielo y tierra juntos la imagen de Inés en doscientos mil millones de luces; después oscuridad profunda, misteriosamente asociada a un agudísimo dolor en las sienes; después un vago reposo, una extinción rápida, un olvido creciente e invasor, y por último nada, absolutamente nada.”
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