miércoles, 26 de marzo de 2008

Duke y Harry (y 3)

El trueno se esparció por la oscuridad. Unas pocas gotas de lluvia salpicaron el parabrisas y después una tormenta las anegó. El viento aullaba por los campos, aporreando el costado del coche. La lluvia agujereaba el techo. Harry miró hacia Duke, desplomado en su asiento, con la vista al frente, mientras los faros de los coches que cruzaban estallaban como fuegos artificiales en el parabrisas que chorreaba agua. Eran precisamente episodios como este los que se metían de una manera u otra en su música. Muy poco de su música se le ocurría como música. Todo empezaba con un estado de ánimo, una impresión, algo que había visto u oído y que más tarde traducía a música.

Al salir de Florida habían oído cantar a un pájaro invisible, tan perfecto y hermoso que podías jurar que se veía su silueta recortarse contra las vetas rojas del sol en el horizonte. Como siempre, no tenían tiempo para detenerse, así que Duke tomó nota del sonido y más tarde lo usó de base para “Sunset and the Mocking Bird”. “Lightning Bugs and Frogs” se le ocurrió cuando estaban saliendo de Cincinnati y encontraron unos árboles altos al contraluz de una luna de ping-pong. Los insectos fugaces centelleaban en el aire y en torno se oía el croar del barítono de las ranas… En Damasco, Duke se había despertado por el estruendo de un terremoto de coches, como si el tráfico de todas las horas punta del mundo se hubiera concentrado en esa ciudad, sin estar todavía despierto del todo se había visto a si mismo intentando orquestarlo. La luz de Bombay, el cielo suspendido sobre el mar de Arabia, una montaña de suciedad en Ceilán… donde estuviera, por muy cansado que se encontrara, lo apuntaba todo sin detenerse a considerar su significación, confiando en que más tarde descubriría su potencial musical. Montañas, lagos, calles, mujeres, chicas, mujeres guapas, mujeres hermosas, vistas de calles, océanos, vistas de hoteles, miembros de su orquesta, viejos amigos… Había alcanzado el punto en que casi todo lo que se encontraba tenía cabida en su música: una geografía personal de la tierra, una biografía orquestal de los colores, sonidos, olores, comidas y gentes: todo lo que había sentido, tocado y visto… Era como ser escritor de palabras en sonido, y estaba trabajando en una enorme ficción musical a la que siempre había que añadir algo y que era en definitiva sobre si mismo, sobre los tíos de la banda que la tocaban…

La lluvia amainó unos momentos y después volvió a caer incluso más fuerte que antes. Mirar por el parabrisas era como observar a través de una cascada. El viento chillaba como un loco. Harry agarró con fuerza el volante y echo un vistazo a Duke, preguntándose cuánto tardaría esa tormenta en encontrar cabida en su trabajo.


2 comentarios:

  1. Muy bueno el relato, original y bien escrito

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  2. Un buen cuento en honor al padre del jazz o por lo menos a uno de los más grandes "jazzistas". Me encantó que mezclaras las letras con el jazz, las dos cosas que amo.
    Saludos!

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