martes, 15 de enero de 2008

Pasar a otra vida

Cuando despertó en aquella habitación, lo primero que sintió fue un agudo dolor de cabeza, como si algo penetrante le traspasara las sienes, mecánicamente, se sujetó ambos lados de la cabeza, apretando con las palmas de sus manos, como si así evitara que esta fuera a explotar. Miró a su alrededor, estaba en una habitación de pequeño tamaño, en la que no había ningún mueble, y que casi le deslumbraba por su absoluto color blanco. Todo limpio, exageradamente limpio, impoluto diría yo.

No se oía ningún ruido, por la puerta, semi-abierta, se podía adivinar un exterior más luminoso aún. – ¿Pero donde estoy?, ¿Cómo he llegado aquí?-, se preguntó sin abrir los labios. Apenas si se podía mover del lecho donde estaba tendido. Todo su cuerpo se negaba a obedecer los impulsos que le enviaba el cerebro, al mismo tiempo que con cada intento de desplazamiento sentía un fuerte dolor en el músculo que había deseado activar.

Oyó pasos fuera, abrió la boca para gritar, pero solo expulso un débil susurro entrecortado:

- Oiga, ¿Hay… Hay alguien ahí? –paso un rato que le pareció infinito, hasta que súbitamente, asomó una cabeza, por el hueco que dejaba la puerta entreabierta. Pertenecía a un hombre de edad aparentemente senil y extremadamente delgado, de escasa estatura, este con mirada penetrante y ojos muy abiertos, le espetó:

- ¡Hombre, ya estás aquí!, al final todos acabamos llegando.

- ¿Qué es esto?, ¿donde estoy?, ¿tu quien eres?

- Todos dicen lo mismo cuando llegan aquí, no eres nada original. Ya te lo explicará el jefazo..., si, el de las barbas, con su corte celestial, pero cada cosa en su momento. Yo soy Diógenes de Sinope, y me voy, porque estoy buscando a Alejandro Magno, pues le debo disculpas y una explicación, cuando me quitó el sol, reconozco que aquella vez fui muy brusco con él.

- ¿Diógenes?, ¿Alejandro Magno?, ¿Cómo que..?.

Y sin dejarle decir nada más, el viejo hombre dio media vuelta y salió por la puerta con paso firme y decidido. –Absolutamente sorprendido y sin saber que pensar ni que decir-, apoyó la cabeza sobre lo que parecía una almohada.

De repente como si se le hubiera encendido una luz en el cerebro, abrió los ojos de par en par, y sintió pánico sobre lo que le vino a la mente. ¡Claro!, ahora lo entiendo, estoy muerto, esto es el cielo o algo parecido. Intento recordar que había pasado, pero fue inútil, ¿y ahora?, ¿como será todo esto? ¡El Jefe de las barbas, y su corte celestial!… ¿será verdad todo lo que nos han dicho sobre el juicio ?,

Un rostro joven y angelical, asomo por el resquicio de la puerta mirándole fijamente.

- ¿Cómo estás?

-¿Esto es el cielo, verdad… o tal vez el purgatorio?

-No, esto es un manicomio.

(Jesús Soto)

2 comentarios:

  1. jo! que final!!! al principio creia que estaba en un hospital, luego que habia algo despues de la muerte... loca me he quedado yo cuando he visto ese final
    tal vez un poco brusco

    ResponderEliminar
  2. muy bueno , lindo cuento =D Aris

    ResponderEliminar